Ye Xian, la pariente china de la Cenicienta



Muchos cuentos de hadas han ido transmitiéndose de generación en durante miles de años. De hecho, puede que algunos cuentos tengan su origen en el albor de la humanidad. Por ejemplo, la constelación de "Las Pléyades", también llamadas "Las siete hermanas", es la protagonista de numerosos mitos por todo el mundo, mitos que podrían intentar explicar un fenómeno astronómico de más de 100.000 años de antigüedad. 

"La Cenicienta" podría ser uno de estas historias tan asombrosamente antiguas, pues hay versiones de este cuento en lugares tan alejados entre sí como Europa y China.

Sea debido a un origen común o la relativa universalidad de ciertos simbolismos, lo cierto es que este cuento de "Ye Xian", también llamada "Ye-Shen",  es muy similar al cuento de "La Cenicienta". La semana que viene analizaremos estos cuentos, así que me ha parecido interesante compartir esta versión del cuento de Ye Xian, que he encontrado y traducido del inglés con mucho esmero.

Si os gustan los cuentos de hadas, seguro que el cuento de Ye Xian os resultará muy entretenido.




YE XIAN

Hace mucho, mucho tiempo, vivió un jefe minero llamado Wu en la costa sur de China. Se casó con dos esposas, pues eso era algo permitido en aquella época. Desgraciadamente, una de sus esposas murió al dar a luz a una niña. Tras crecer y convertirse en una jovencita, la chica se volvió extremadamente hermosa y tenía un destacado don para el bordado y la rueca. El jefe Wu la quería mucho y la llamó Ye Xian. No pasó mucho tiempo hasta que el jefe Wu muriese también, dejando a Ye Xian bajo la supervisión de su madrastra. A la malvada mujer no le gustaba Ye Xian, pues era más bonita e inteligente que su hija, así que trataba a Ye Xian muy mal.  Además de darle los trabajos más duros, como recoger leña y extraer agua, la madrastra y su hija se burlaban frecuentemente de ella, mientras  que Ye Xian siempre cumplía con sus labores silenciosamente y sin ninguna queja.

Un día, mientras sacaba agua, Ye Xian encontró a un adorable pececito con grandes ojos dorados y rojas aletas. Le gustó tanto que se lo llevó a casa y lo colocó en un gran cuenco. Aunque la jovencita tenía poca comida para ella, estaba dispuesta a compartirla con el pez. Bajo su cuidado, el pequeño pez creció cada día, y pronto se volvió demasiado grande para el cuenco. Ye Xian tuvo que trasladarlo a un estanque cercano. Cada vez que se acercaba al estanque, el pez salía del agua a la orilla para saludarla. Se convirtió en su único amigo, acompañándola en aquellos duros momentos.

Su madrastra descubrió la existencia del pez. Furiosa porque Ye Xian fuese feliz, planeó matar al pez. Siguió a Ye Xian al estanque y vió al pez desde la distancia. Pero cada vez que iba a la orilla, el pez se sumergía inmediatamente en las profundas aguas. Así que al día siguiente, la maliciosa mujer hizo que Ye Xian fuese a traer agua desde un lugar nuevo muy lejos de casa, y entonces se puso las ropas de su hijastra e imitó su voz para llamar al pez. Ignorante de la trampa mortal, la inocente criatura emergió para saludar a su amiga como siempre. Cuando pudo ver claramente la daga en la mano de la mujer, ya era demasiado tarde.

La madrastra de Ye Xian cruelmente mató al pez en la orilla, cocinó su carne y enterró profundamente sus huesos con desperdicios. Ye Xian se quedó desconsolada cuando se enteró de la muerte del pez. Pero todo lo que podía hacer era llorar en la orilla. Mientras lloraba a su amigo, un anciano, que llevaba las más bastas de las ropas y el cabello blanco colgando sobre sus hombros, descendió desde el cielo y aterrizó a su lado.

-No llores – le dijo –. Sé dónde fueron enterrados los huesos del pez. Tú ve allí, desentiérralos, guárdalos en secreto. Cuando tengas una necesidad urgente, puedes rezar a los huesos y ellos te darán lo que tú quieras. Pero recuerda, no seas avariciosa, de lo contrario, serás castigada por Dios.

Entonces, el anciano llevó a Ye Xian a una bodega abandonada y desapareció.

Ye Xian recuperó los restos de su amigo y los escondió en un lugar seguro. Recordando la advertencia del anciano, Ye Xian casi no usó los huesos mágicos hasta el Festival de la Cueva, que era un festival local importante en el que los jóvenes se reunían en la aldea para conocerse entre ellos y encontrar esposos y esposas. Todas las chicas jóvenes estaban deseando acudir al festival con hermosos vestidos. Ye Xian no era excepción, pero sabía que su madrastra no lo permitiría por miedo a que alguien escogiese a Ye Xian en vez de a su hija, lo que significaba que ella perdería la mitad de su propiedad para pagar la dote de su hijastra. Además, Ye Xian no tenía ropa buena que ponerse.

Después de que la madrastra y su hija se marchasen al festival, la desesperada Ye Xian le pidió a los huesos ropas que llevar al festival. De repente, se encontró llevando un suntuoso vestido con plumas de martín pescador. En sus pies llevaba un par de brillantes zapatos dorados que, por obra de magia, eran más ligeros que una pluma y no hacían el menor ruido al tocar el suelo de piedra.

Yen Xian llegó al festival y en poco tiempo todo el mundo estuvo mirándola. Atraídos por su encanto, los jóvenes la rodearon bailando y cantando; sorprendidas por su belleza, las jóvenes la miraban desde la distancia con envidia, quejándose de que la extraña les robase el protagonismo. La hermanastra de Ye Xian era una de ellas. Después de un rato mirándola fijamente, le gritó a su madre:

-¡Mira! ¡Mamá, es idéntica a mi hermana!

Ambas empezaron a moverse hacia Ye Xian para tener una vista más clara. Al mismo tiempo, Ye Xian también las reconoció en la muchedumbre. Viendo que iba a ser descubierta, Ye Xian salió disparada fuera del festival, dejándose atrás uno de sus zapatos dorados. 

Al llegar a casa se volvió a poner rápidamente sus harapos y fingió dormir bajo un árbol en el patio. Cuando su madrastra y hermanastra regresaron, no encontraron nada inusual.

El zapato perdido de Ye Xian fue hallado por un mercader y unos pocos meses más tarde fue vendido al rey de Tuo Han, un fuerte reino con decenas de islas que cubrían miles de kilómetros. Fascinado por el delicado zapato de mujer, el joven rey no pudo resistir el anhelo hacia su dueña. Ordenó a sus ministros viajar por todo el reino con el zapato y traer a cualquier dama que pudiese ponérselo. Pero no se encontró a nadie, porque el zapato podía cambiar mágicamente de tamaño. No importaba cuán pequeño fuese el pie de una chica, el zapato siempre era unos centímetros más corto.

El ansioso rey llamó de nuevo al mercader para preguntarle dónde fue encontrado el zapato, sólo para saber que fue encontrado en algún lugar cerca de una montaña en el continente. El propio rey zarpó hacia la montaña de inmediato. Para su decepción, era una zona remota y podre. No podía creer que la dueña del zapato dorado viviese allí. Aun así hizo que todos sus hombres buscasen el otro zapato en cada casa de los pueblos vecinos. Finalmente, encontraron el zapato y el vestido que Ye xian había llevado al festival en el cajón de su cama.

Ye Xian fue llevada ante el rey. Aunque fuese bonita, el rey todavía dudaba de que aquella pueblerina en harapos fuese la chica por la que él había estado suspirando día y noche. Así que le pidió que se probase el zapato y las ropas. Después de un rato, de la destartalada cabaña salió una señorita tan hermosa como un hada. Una encantadora sonrisa brillaba en su cara angelical, el espléndido vestido rodeaba su atractivo cuerpo, y los zapatos dorados encajaban perfectamente en sus pies.  Al momento, el rey se dio cuenta de que ella era la adecuada para él. La madrastra y la hermanastra suplicaron perdón, y Ye Xian les perdonó sus crueldades.

El rey llevó a Ye Xian de vuelta a su reino donde se casaron y vivieron felices por siempre jamás.

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